Que no quede escrito en el viento

Pepe, mi padre, fue siempre un hombre justo y prudente. Sus hijos, todos iguales. Cuando mi hermana mayor necesitó ayuda económica, no lo dudó. Pero ¿cómo garantizar que sus otros hijos supieran que le había prestado ese dinero? ¿Cómo evitar tener que dar explicaciones y justificaciones al fisco?

Nada más claro que lo que queda escrito, pensó mi padre. Y acudió al asesoramiento profesional. Que mi decisión no cree diferencias entre mis hijos, ni de lugar a discusiones en un futuro. Que esto no es un regalo. Que me ha costado mucho ahorrarlo

Todas las condiciones en que se hacía la entrega del dinero quedaron perfectamente claras. Mi hermana recibió la ayuda, nosotros la información y mi padre la tranquilidad.

 

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