María es una mujer viuda, con dos hijos mayores de edad. El más joven de los dos está incapacitado por sentencia judicial. Puede realizar las funciones básicas de su vida, pero no pudo aprender a leer, ni entiende de números. En su mundo, se vale por sí misma, pero…
María quiere mucho a sus hijos, a los dos. Por eso, en su testamento, prevé que hereden por partes iguales y nombra a un hermano tutor del otro, declarado incapaz.
Pablo, el hermano pequeño, ve cómo, tras la repentina muerte de su madre, se enfrenta al problema de la herencia, de los cuidados que necesita su hermano…. Todo eso desde la distancia dado que María y su hijo menor vivían lejos de donde Pablo reside y trabaja.
Comienza una penitencia para Pablo porque el no sabe nada de leyes, no sabe cómo asumir la tutoría de su hermano, no sabe lo que puede o no hacer, no sabe qué hacer con la casa que pertenecía a sus padres y en la que sigue viviendo su hermano.
Pablo tiene que buscar asesoramiento y gastar mucho tiempo, esfuerzo… y dinero.
Su madre actuó con buena voluntad, pero no estuvo bien aconsejada. El hermano de Pablo podría estar igual de atendido y Pablo velar por ello si las previsiones derivadas del fallecimiento de su madre hubieran sido otras.